Si habéis leído cómo transcurrieron los últimos días de mis embarazos y partos de mis dos primeros hijos (partos 1 y 2), ya sabréis que tengo la suerte de dilatar sin darme cuenta.
Mi marido y yo teníamos claro que, al menos, tendríamos tres hijos. Con lo cual, ya desde el segundo parto, sabíamos que el tercero lo programaríamos sin esperar ni siquiera a cumplir las 40 semanas. En cuanto me dijeran que estaba favorable, pediría que me lo provocaran.
Pero mis planes se tambalearon un poco cuando me quedé embarazada y supe mi fecha probable de parto: 28 de diciembre.
La verdad es que la única ventaja que le veía a la fecha, era que sólo se llevaría un curso con mi hija Clara, que es de 2019.
Nosotros preferíamos que naciera en 2021, no sólo por no ser la pequeña de la clase, si no porque además mi marido pasaría de tener 12 semanas de baja, a tener 16. A mi esas 4 semanas extra se me antojaban estupendas teniendo en cuenta que tenemos otros dos niños de 3 y 1 año.
Así que quedé con mi ginecóloga en ir controlándolo cada pocos días desde la semana 38 para ver si iba dilatando o no. Y eso hicimos. Cada dos o tres días pasaba por su consulta para verme.
Tan sólo me exploró una vez en la semana 39, para no provocar sin querer. El resto de las veces me medía con ecografía el cuello del útero, e íbamos viendo como se acortaba a un ritmo normal. Yo llegué a pensar que quizá este parto no sería como los anteriores y sería más largo.
La única vez que me exploró, ya estaba de dos centímetros, y me ofreció quedarme. Pero yo quería intentar esperar, a ver si llegaba al día 1 de enero. Ella estaba segura de que no llegaría, pero yo tenía la esperanza, ya que ninguno de los anteriores se me había adelantado.
Y llegué a las 40 semanas sin síntomas. Tan solo tenía contracciones de Braxton Hicks, ya desde hacía un par de meses (esto para mi era nuevo, pues nunca había tenido)
Pero todo se desarrolló el día después. Me levanté como cualquier otro día, pero me sentía extraña. No sabría decir porqué, pero así era. Esa mañana tuve que ir varias veces al baño. Después me enteré que muchísimos partos comienzan con diarreas.
En este punto que estoy escribiendo, estoy mirando el móvil para ver los horarios en la conversaciones de whatsapp:
15:53h: le digo a mi madre que me encuentro mas molesta de lo normal y que me iba a dar una duchita, que eso siempre me mejoraba.
Estando a punto de meterme en la ducha me dio la primera contracción. Yo la consideré bastante fuerte. Pensé que con el agua no me darían más. Pero en la ducha me dieron otras dos, muy seguidas. Tenía instrucciones de mi ginecóloga de volar al hospital en cuanto tuviera una.
16:10h: le digo a mi marido que tengo contracciones, y que llamara a sus padres para quedarse con los niños. Ellos viven muy cerca, pero tuvimos la suerte de que les pillamos en el coche porque iban a comprar, y en menos de 10 minutos ya estaban en casa.
16:30h.: salimos hacia el hospital. Yo tenía contracciones muy fuertes, pero me encontraba muy bien porque entre contracción y contracción no notaba nada. Eran cada menos de 5 minutos. Más que del dolor, yo estaba asustada por lo rápido que estaba yendo todo.
16:45h: llegamos a Quirón San José.
A partir de aquí ya no pongo horas, porque perdí la noción del tiempo.
Al llegar, me metieron a triaje, y tras contarles, me dicen que me van a poner unos monitores, pero les digo que siento mucha presión, así que deciden hacerme un tacto.
Estaba en completa. La gine de urgencias me dijo que no se me ocurriera empujar.
Mi marido, que estaba fuera esperando, dice que hubo mucha revolución. Incluso después, le dijeron en broma que les habíamos hecho correr.
Generé mucha expectación entre la gente que estaba allí esperando en urgencias. Reconozco que no es nada común ver a una mujer a punto de dar a luz y como una rosa. Si que me dolían muchísimo las contracciones, pero como llevaba muy poco tiempo con dolor, entre contracción y contracción yo estaba como si nada.
Me montaron en una silla de ruedas y prácticamente de camino al paritorio me hicieron la PCR.
A mi marido le mandaron a dejar las cosas a la habitación mientras me preparaban en el paritorio.
Mientras entregué los papeles del embarazo y me hacían preguntas, me mandaron ir quitándome la ropa. Yo difícilmente podía, porque tenía una contracción casi continua y porque estaba nerviosa. Sólo atiné a quitarme los anillos.
Me dijeron que si quería podía ponerme la epidural, pero que no daría tiempo a que hiciera efecto.
Ya con la camilla preparada, me hicieron empujar una vez y en ese empujón rompí aguas de forma espectacular. No se cómo la ginecóloga pudo esquivar el chorro, pero lo hizo. Era la primera vez que rompía aguas por mi cuenta, ya que en los dos anteriores me rompieron la bolsa.
El pujo debió ir bien, porque la gine me dijo que no empujara más si quería que mi marido no se lo perdiera.
Yo incluso mentí, diciendo que no tenía contracción, para darle más tiempo.
Y por fin sonó el timbre del paritorio y llegó él. Él estaba igual de asombrado que yo .
No sé cuantas veces empujaría. Lo único que recuerdo es el dolor más grande que he tenido nunca y un mural del parque del Capricho en la pared de enfrente.
A las 17:25h, poco más de una hora después de la primera contracción, nacía mi hija.
Salí del paritorio con una cosa clara: si existe en el futuro otra ocasión, intentaré, como sea, ponerme la epidural. Se disfruta el triple (sé que por otro lado tiene sus riesgos).
Me desgarré bastante, pero los puntos no me molestaban mucho ni me dolieron.
Cuando llamé a mis padres un rato después, pensaban que era para decirles que me quedaba ingresada.
Al contrario que en el parto anterior, esta vez nos dieron una habitación bastante grande.
Por si tenéis la duda, al bebé se lo llevan únicamente para hacerles la prueba del oído y la del talón. Les bañan contigo en la habitación en una bañera portátil.
Hasta aquí el relato de mi tercer parto en Quirón San José en 2020.