Aunque este relato que os cuento corresponde a mi segundo embarazo, yo prácticamente era una primeriza, pues el primero había sido 10 años atrás.
En aquel momento yo tenía 19 años y la verdad es que el parto era lo que menos me preocupaba. Pero en este segundo embarazo la cosa era distinta y me informé mucho más.
En realidad elegí el Hospital de Torrejón por cercanía, aunque me gustaba todo lo que oía de los partos allí.
No es que llevarán la cabeza tener un parto super natural, pero una muy buena amiga mía había tenido una mala experiencia recientemente con la epidural. Así que me gustaba la idea de que en ese hospital no te recriminan cuando decides no ponértela.
Ya iría viendo según fuera transcurriendo el parto, si me la quería poner o no.
Quitando el primer trimestre de mi embarazo, en el que tuve muchísimas náuseas y un par de manchados, todo fue con normalidad. La ecografía de la semana 12 marco un antes y un después y a partir de ahí empecé a disfrutarlo muchísimo
La matrona me había dicho que esperara cualquier cosa del parto, que estuviera preparada, porque era impredecible, pues aunque no era primeriza, hacía mucho del primer parto.
Yo me hice a la idea de que se me retrasaría para que las últimas semanas no se me hicieran muy largas.
Pasó la semana 40, y tuve mis primeros monitores. Me citaron para una semana después. En esos días, mi hijo mayor estaba en casa de su padre. Así sería menos jaleo cuando se desencadenara el parto.
Ya me habían avisado que muchos partos comienzan por la noche. Y el mío no se iba a quedar atrás.
Cuando terminé de cenar a eso de las 10:30, empecé a notar molestias. Y eso ya me puse alerta, pues ya estaba de casi 41 semanas, así que a las 12 decidimos poner una película e ir anotándolas. Cuando terminó, a eso de las 2 de la mañana, eran regulares cada 5 minutos, aunque flojas. Me pensé si avisar a la familia, pero con la hora que era, pensamos que mejor avisarles por la mañana.
A las 3, ya eran cada 5 minutos y empezamos a prepararnos para salir. Eran lo suficiente fuertes como para tener que pararme en cada contracción.
Mi chico iba anotándolas en el móvil y en cuanto vimos que tenía tres en 10 minutos salimos para el hospital.
Cómo vivíamos cerca, no tardamos ni cinco minutos en llegar con el coche. Ahí el dolor se llevaba peor, pero por suerte sólo me dio una.
Fuimos a la puerta principal, pues no recordaba que no se entraba por ahí cuando llegabas de parto, pero una chica muy amable me indico por dónde teníamos que ir.
Nada más llegar me pasaron a una sala y me hicieron un tacto.
Esperaba estar de poco, pero mi sorpresa fue que ya estaba de 5-6 cm. Hasta el momento había sido todo muy llevadero, me pusieron unos minutos las correas para ver qué tal estaba el bebé y estaba muy bien. Además comprobaron que eran bastante fuertes y seguidas, así que me llevaron a paritorio.
Yo había oído que había un paritorio con bañera y lo solicité, pero me dijeron que otra mujer acaba de entrar, así que no era posible.
Que me dieran otra habitación que no fuera la de la bañera no me importo nada, porque las habitaciones son super modernas. Nada que ver con la del parto de mi primer hijo en Alcalá.
Enseguida vinieron dos matronas a presentarse. Eran jovencitas y muy simpáticas. Se fueron y tuvimos que esperar un buen rato mi chico y yo. Yo ya llevaba las contracciones regular. Sobre todo estaba muy muy cansada. Eran como las 4 de la mañana.
Después vino otra señora que creo que no se presentó y me pidió los papeles del embarazo y algunos datos.
Al irse ella volvió a venir una de las matronas a ver cómo estaba y a preguntarme un poco mis expectativas sobre el parto. Yo les dije la verdad y les conté (como puede, pues ya estaba machacada) la experiencia que había tenido mi amiga con la epidural un mes antes. Efectivamente me dijo que en ocasiones pasaba, pero no era lo normal. En ese momento tenía casi seguro que la pediría.
Quedamos en que me dejaría un rato la pelota y en 15 minutos venía otra vez.
Me la preparó y allí nos quedamos.
A los 10 minutos de estar en la pelota, haciendo movimientos circulares con la cadera, me dieron ganas de ir al baño.
Y cuando estaba a punto de salir. Me dio una contracción totalmente distinta a las que había tenido hasta ahora. Mucho más fuerte y muchísimo más larga. (y yo que creía que eran ya fuertes)
Cuando pasó, volví a la pelota, pero justo antes de sentarme, cuando estaba empezando a contarle a mi chico la contracción que había tenido, me volvió a dar otra contracción similar y en ese momento se me rompió la bolsa. No había pasado ni un minuto desde la anterior.
Mi chico llamo a las matronas. Y una de ellas vino enseguida. Aun así en ese minuto me había dado una contracción más. Le conté lo que me estaba pasando y decidió hacerme un nuevo tacto, cuál fue mi sorpresa cuando estaba en completa.
Así que allí de pie, agarrada a la cama, me pidieron que empujara una vez. La matrona me dijo que todo iba muy bien. Que iba a salir un momento de la habitación. Y que mientras, empujara cuando tuviera contracciones.
No les hice caso porque con el dolor no me podía concentrar. Lo estaba pasando fatal. Era el dolor más intenso que había tenido en mi vida. Pero, aunque parezca mentira, lo llevaba bien, sabía que el final era algo muy bueno. (creo que la oxitocina estaba haciendo bien su trabajo)
Cuando volvieron a venir las matronas, y esta vez vinieron las dos, me preguntaron donde quería empujar. Yo en ese momento vi la colchoneta en el suelo y me pareció el mejor sitio del mundo. Hasta un suelo de piedras me habría parecido bien con tal de que acabara ya. Me pidieron que me pusiera de rodillas con las piernas semiabiertas y empezar a empujar.
Desde primer pujo me di cuenta que el dolor de las contracciones se llevaba mucho mejor y cuando no llevaba ni dos contracciones empujando, ya me dijeron que ya se veía asomar la cabeza.
A partir de ese momento lo tengo todo un poco borroso. Creo que entro más gente en la habitación, pero no estoy segura.
Cómo se me cansaban un poco las piernas en esa posición me dijeron que me pusiera a cuatro patas para que me apoyara también en los brazos.
Y así empuje otro par de contracciones más.
Me decían que en cada contracción hiciera dos pujos.
Después noté como empezó a doler mucho más. Ardía y me dijeron que era normal que estaba saliendo la cabeza y que después de eso todo sería mucho más fácil.
Y tenían razón. En cuanto salió la cabeza, que yo no me había dado cuenta, si no que me lo dijo mi chico, en el siguiente empujón salió el resto del cuerpo.
Yo me quedé un poco paralizada y no sabía que hacer. Entonces me dijeron que me sentará y cogiera a mi pequeño. Ahí mismo cortaron el cordón. Después me ayudaron a levantarme y ya con el niño en brazos me tumbé en la cama a esperar que saliera la placenta. No me enteré cuando salió.
No voy mentir diciendo que me enamoré de mi hijo en cuanto lo vi, porque todavía estaba recuperándome del momento tan tenso, pero sí a los cinco minutos, ya tumbada en la cama, y me pareció el bebé más bonito del mundo. Despertamos a nuestras familias con una preciosa foto y ya sólo pensaba en el momento en que le conociera su hermano.